La generosidad es llenar los huecos de los demás, sin darnos cuenta, con gestos. Los gestos los recibimos sin que quien los tiene apenas se dé cuenta, porque son eso, generosos. Hay quien se deja querer fácilmente, bien porque se conforma con poco, bien porque tiene necesidad constante de apreciar los gestos de los demás, por mínimos que sean. Cada gesto tiene un nombre, una forma, una personalidad. Descubrir el carácter que cada uno de nosotros le da es también un acto de generosidad. Recibir como algo positivo algo que no haríamos nosotros, pero que para otro sí va cargado, dentro de su forma de ser, de cariño es también generoso, porque es tolerar, aprender y valorar.
Michelle nos ha regalado a todos un DVD de fragmentos de danza. Es un acto objetivo de generosidad, pero ella no sabe cuánto puede llegar a determinadas personas un gesto así. Lo entrega sin saber cómo lo recibiremos, con espontaneidad, y eso me gusta. Me gusta la espontaneidad de los actos generosos. Esos que se confeccionan y los otros que surgen sin pensarlo. Ambos son espontáneos porque no esperan ni piden nada a cambio.
El cuerpo no es tan generoso. Y nuestra relación con él tampoco lo es. Le pedimos más y a veces nos da poco. Pero otras veces cuando nos da algo que no esperábamos se lo agradecemos como cuando alguien te dice algo que no esperabas y te alegra el día. Igual, porque el cuerpo a veces te alegra el día, le alegra el día a tu mente y eso siempre es de agradecer.
Hay que dejarse querer, hay que dejarse atraer por la generosidad de los gestos, apoyarse en los demás y en sus formas de expresarse y ofrecernos como apoyo para lo que esa nuestra gente, esos nuestros cuerpos, esas nuestras mentes... nos necesiten.
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