sábado, 22 de marzo de 2014

Callejones de difícil salida para la programación de artes escénicas

Me propongo escribir este post con la intención de reflexionar y dar a conocer el estado actual de parte del sector de las artes escénicas y la danza.

Todos sabemos en qué situación se encuentran las artes escénicas en España, con la caída de las ayudas públicas, la subida del IVA cultural y el descenso del número de espectadores. Hay muchas características más que definen la situación, pero, grosso modo, podemos resumirlo así.

De manera paralela a la existencia de compañías de danza y artes escénicas (me he propuesto desde ahora, cada vez que hable de las artes escénicas, nombrar por separado a la danza para darle mayor visibilidad, ya que normalmente ni se la nombra), están los programadores de espectáculos, las productoras, los festivales... Bien, hablemos de los festivales, que es lo que conozco y de su difícil tarea de supervivencia, y, lo que es peor, la difícil tarea de que sus intenciones de programar subsistan.

Si eres un festival al que por fin se le reconoce su trayectoria, si eres prometedor, confiable, etc., podrás tener la posibilidad de acceder a las ayudas públicas. Es cierto que hay que procurar subsistir sin ellas, sin embargo, ni la noción en sí misma de cultura como bien social debería estar despegada de lo público, ni por otro lado los asistentes te permiten reconocer la labor artística de las compañías que programen y hacer sostenible del todo tu festival. Si crees en la cultura, en las artes escénicas, buscas pagar a tus artistas y necesitas a las instituciones.

Antes de nada, un apunte más, buscas pagar a tus artistas, sus espectáculos, pero hace tiempo que, por cierto, nos hemos olvidado de poder programar propuestas de más de uno o dos intérpretes, algo terrible para el desarrollo del sector.

Bien, sigamos, consigues acceder a las ayudas públicas, consigues entrar en las listas de privilegiados que las tienen y tu proyecto se enfrenta a callejones de difícil salida.

Tu festival pertenece a una comunidad autónoma concreta, pongamos Andalucía, has conseguido entrar en las ayudas a festivales del INAEM, que lo que cubren son los cachés y gastos derivados de su programación. Pero te encuentras con que para darte alguna mínima ayuda debes programar al máximo posible de comunidades autónomas distintas a la tuya, en concreto, a partir de tres comunidades autónomas distintas a la andaluza empiezan a valorar el número de ellas. Bien, pero tú quieres apostar por los artistas andaluces e incluso de la propia provincia en la que desarrollas tu festival, de hecho es más fácil que conozcas de primera mano o desarrolles acuerdos, lazos y redes con organismos y compañías de tu comunidad autónoma, valores su trabajo y desees programarlo. Entonces buscas otras vías para que estén en el cartel sin que sea a costa de tu bolsillo. Para eso se supone que, en este caso, está la Junta de Andalucía, que, por otro lado, debe estar presente en tu proyecto para que el Ministerio de Cultura valore la importancia del mismo. Ya, pero la Junta de Andalucía no tiene un duro, así que te quedas con las ganas de momento de asegurarte que tus artistas andaluces, a los que obviamente debes programar, estén en tu encuentro. Piensas en las diputaciones, te dicen que te apoyan, pero, sorpresa, no quieren o "no pueden" apoyar al trabajo del artista, sino que ofrecen otras vías que siguen dificultando tu objetivo.

Llegado a este punto, hay dos caminos: o eliminas de tu cartel a los artistas andaluces (ver el terrible caso del Festival Itálica) o insistes en programarlos a la aventura, dejando su remuneración pendiente de un hilo. ¿A taquilla? No llegarías a cubrir ni sus gastos de viaje, alojamiento y dietas. ¿Patrocinio privado? Lo intentas y no da frutos fácilmente porque cada vez más las empresas privadas quieren asegurarse un retorno cuantitativo que no cualitativo. Tu proyecto aporta retornos valorables desde el punto de vista de los conceptos, esas marcas ofrecerían un beneficio claro para su imagen, porque con un patrocinio asociarían su marca a valores positivos impagables. Sin embargo, quieren saber a cuánta gente llegas, cuánto público recibes y si consideran que no eres lo suficientemente grande como para ello, no te dan un duro.

Piensas en el crowdfounding. Claro, pero la actual legislación del mecenazgo tampoco lo facilita. Estás metido ya en un sistema serio de ayudas, debes mantener unos presupuestos transparentes, o eso se nos pide a los gestores culturales, al contrario que a las grandes empresas a las que se les permiten los fraudes durante años. Pero tú, que eres un mindundi en definitiva de la llamada industria cultural, debes presentar y justificar todos los movimientos a Hacienda y las instituciones que participan. El crowdfounding o micromecenazgo tiene demasiadas lagunas fiscales como para que puedas justificar ese ingreso ante todas las trabas que luego se te presentarán.

Cuando todo esto sucede, reflexionas y te mosqueas porque no tiene sentido que no puedas programar en tu festival a artistas de tu comunidad autónoma o tu provincia, porque reconoces que a tu proyecto se le cortan las alas y se le cercenan los principios, porque sabes que Andalucía y tu provincia en concreto, con sus luchadores artistas, necesitan empujes. En ocasiones decides pedir el dinero, entonces, de manera privada, seguir asumiendo riesgos. Al final tú puedes ser el mecenas de tu propio proyecto, arriesgar para no dejar vacío el hueco de los artistas que deben estar. Pero tampoco puedes asumir más riesgos, ya has pedido dinero demasiadas veces.

¿Qué haces? ¿Hablas con los artistas andaluces que quieres programar y les dices que no sabes qué les podrás pagar?, ¿que tu intención es pagarles pero que seguirás hasta el día previo al festival buscando cómo y que ellos deben venir confiando en ti? Bueno, esto se puede hacer una o dos veces, pero no se puede mantener en el tiempo.

Lo mismo te puede pasar con el resto de las compañías, aunque no tan gravemente. Tú solicitas ayudas mientras hablas con los artistas que has seleccionado. Hasta que te comunican si te apoyan o no pueden pasar meses, sigues buscando fórmulas de sostenibilidad como matrículas o taquilla, unos ingresos que nunca podrás prever, y otras fórmulas más seguras, insistes en lo privado, las ayudas privadas. Pero ni tú ni ellos muchas veces tendréis claro qué cobrarán hasta pasado un tiempo (a lo mejor hay que decirlo a ojo), así que "apuestan" por tu proyecto porque además la mayoría de las veces tampoco les queda otra, necesitan actuar (algunos también tienen esa exigencia de las instituciones, la de cumplir con un número de bolos) y ser programados, y, como cada vez hay menos festivales de artes escénicas, valoran que al menos tú quieras programarlos.

Las soluciones ante esta situación no son fáciles. Se habla de la colaboración, sí, pero la colaboración casi nunca consigue cubrir los gastos, podemos llegar a acuerdos unos entes con otros pero estos acuerdos no conseguirán asegurar un caché de un artista o disminuir tu riesgo como programador.

Este es el estado de las cosas, ponerlo sobre papel ayuda a centrarnos los unos y los otros, saber dónde estamos y actuar en consecuencia. Creo que sigue habiendo más vías de las que se nos ocurren, quizás reflexionar sobre ello nos ayude a encontrar salidas, quizás surja un mecenas que ame la cultura y quiera aportar unos miles de euros por libre designación y no atados a exigencias que muchas veces no podemos cumplir. Si de todas formas esto no sucede, al menos sabremos cómo está todo, no más.

Y para concluir, podéis:
- Leer 'Festivales Escénicos. Víctimas culturales de la crisis' 
- Aportar ideas y soluciones.
- Profundizar en estos temas de gestión cultural.