Ayer vimos Ojos de Pez, de Daniel Abreu.
"Se denomina objetivo ojo de pez a aquellos cuyo ángulo de visión es extremadamente grande, de 180 grados o más. El objetivo ojo de pez es una forma especial de súper objetivo gran angular, cuya distorsión (a veces deliberada) se asemeja a una imagen reflejada en una esfera."
Es muy probable que Daniel Abreu, Andrea Quintana, Igor o Anuska Alonso lean esta crítica, y no por ello va a ser más positiva. Lo va a ser me lean o no. Una de las mejores piezas que he visto en mucho tiempo.
Daniel, no tuve que esperar, no necesité tener paciencia. Me atrapó la lentitud desde el principio, no me dediqué a mis pensamientos, me mantuve absorta desde que Andrea entró en escena. Saboreé los desnudos, las posiciones y el progreso creciente de la pieza.
Algo primario se nos muestra, algo de origen, de naturaleza animal. Como un Adán y una Eva, Andrea e Igor se acercan desnudos. Nos situamos en un tiempo impreciso pero primigenio. La belleza de la imagen de Igor sobre el muro, como un Atlante que sujeta un templo, iluminado su cuerpo, y una Andrea que venía del terreno de la inocencia, del juego, de la risa, que se acomoda entre sus músculos, para formar nuevas imágenes griegas. Andrea está fantástica, con su presencia, su naturalidad, su expresión...
A partir de ahí, se van turnando en paseos y movimientos animales, poco a poco y a pecho descubierto. Daniel abre nuestros ojos a sus hombros y brazos, que como siempre sorprenden. ¿Pero qué hacemos con nuestros ojos cuando sale Anuska en escena? No podemos apartarlos de ella. Alguien dijo ayer que tal vez quedaba desnivelada la pieza por la omnipresencia de Anuska, por su rotundidad y protagonismo. Y es que se come el escenario. Lo llena ella sola. La veo como una pantera, suave, elegante y fuerte. Su torso no es normal; lo desafía en movimientos que parecen no costarle. Está absolutamente increíble. Pero sigue el ascenso y, tras efectos de movimientos y gestos que se repiten, se forman dúos, tríos y cuartetos en trepidante energía sobre la arena. Andrea y Anuska se muestran fuertes y seductoras. Hay mucha seducción en la pieza, hay sensualidad y elegancia. Por eso son animales, felinos sin complejos que avanzan a cuatro patas, con el típico movimiento de Daniel, en el que las patas delanteras hacen mover el resto de la columna. Son gatos cuando Igor y Anuska restriegan sus cabezas uno sobre el otro. Sólo me faltaba ahí un ronroneo, pero tal vez estaba el mío.
La música, perfectamente adecuada a la evolución, es también natural, con agua, palabras en árabe, que junto con la iluminación (alguien dijo que escasa) crean paisaje.
Y seguimos con Anuska, porque es cierto que la queríamos dentro, queríamos que no se fuera, que siguiera moviendo su torso y su pelo.
Pero llegamos al final. Y ahí me vi atrapada del todo. No quiero caer en interpretaciones que tal vez no existan, pero agradezco que se ofrezcan esas pautas para que cada uno vea lo que quiera. Efectivamente, hemos girado para ese momento más de 180 grados, como la lente de un ojo de pez, hemos girado 360, pero la imagen ha cambiado. Por qué ha cambiado cada uno puede decidirlo, pero me gusta que se me abra la posibilidad de apreciar que, si al principio Andrea subía por el cuerpo de Igor, al final es Daniel quien la eleva. En Andrea ha cambiado algo, no asciende, no trepa, sino que es recogida y sostenida, como en una visión casi de marcha atrás.
Y vuelve a desnudarse, graciosa y pícara, provocando de nuevo la risa.
Tal vez yo disfrute más que otra gente porque me encanta ver todo lo animal que tenemos. Abreu lo potencia en el físico y en la puesta en escena. Lo natural, la naturaleza, lo originario y por tanto puro. Y lo muestra en círculo, con un cierre circular que no cerrado, porque un ojo de pez consiste en eso, en abrir todos los puntos de vista que a priori no tenemos con una visión normal.
Apuntes:
Allí estaba Ángela. Me alegré de verla y de imaginar su felicidad al ver a sus chicos tan grandes y tan bellos.
Repito que si bien a mí me pareció una pieza redonda hubo opiniones que decían que Anuska tenía demasiado protagonismo, aunque tal vez era la intención o, como yo creo, no lo puede evitar. Es muy grande. Aunque es cierto que yo le habría dado más papel a Andrea que ya nos ha demostrado antes cómo puede encarnar un animal.
Mis pegas van a La Casa Encendida. Tuve la sensación de que apagaron las luces cuando aún no habían acabado, y faltó cuidado cuando un guarda de seguridad pasó cerca de nosotros para hablar con alguien. Todo estaba en silencio y contenido pero ya había empezado la pieza.
¿Cuándo volveréis a hacerlo?
Quiero volver a verlo.
Anuska Alonso
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