domingo, 30 de marzo de 2008

Cartas a un joven bailarín




Materiales me regaló no hace mucho este libro de la editorial libros del Zorzal.
Hay muchas cosas interesantes de las que se pueden extraer comentarios y conclusiones sobre la danza.
Pero una de ellas me apetece comentarla, ya que últimamente he vuelto a ver la necesidad de tenerla en mente en las clases, y es "el centro".
Y para ello, el recientemente fallecido Maurice Bejart recuerda a Martha Graham y sus palabras sobre el centro. Ésta dice: "Me haces preguntas acerca del centro... centro del cuerpo, centro del movimiento, centro del espacio...
Cada ser humano es el centro del mundo. Esta sensación legítima que puede engendrar el egoísmo más recalcitrante y la opresión más brutal constituye sin embargo la base de la existencia profunda. El pienso luego existo de Descartes no es otra cosa. Pero de ese centro debe irradiar la belleza de la vitalidad y de la energía transferida, en el caso del bailarín (o del actor, o del músico...), a aquello que llamamos el público, el otro".



Y Bejart comenta: "la lección cotidiana de baile, de algún estilo, de alguna técnica, no debe tener como fin adquirir un nuevo virtuosismo ni agregar sobre el ya adquirido. No es una gimnasia, es una toma de conciencia.
Conocer su cuerpo, mirarlo por esa visión interior del ojo del cuerpo, saber exactamente por qué estoy aquí, por qué voy, por qué me detengo, por qué tal brazo o tal gesto".

"... He aquí el cuerpo; esta introspección se hace presente, únicamente para el conocimiento, únicamente para la reflexión, y permanece liberado y no se ata a nada en el mundo."

El centro es el centro del cuerpo, que nos sirve, tras su conocimiento, para controlarlo en un sentido técnico, pero que va más allá, traspasa las fronteras de nuestro cuerpo para con esa consciencia llegar al otro, al mundo.

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