Hace unos días quedé con mi amiga O.
Disfrutar de la danza es también disfrutar de hablar de ella. Con O puedo hablar de los brazos firmes pero relajados, del dichoso centro o del pie de base, de los giros, de lo interesante que nos resulta el contact, del mundo laboral en el que ella con tanto esfuerzo se quiere abrir paso, de los profesores en común y de los que no compartimos, de los alumnos, de la competencia.... y de mil cosas más. Con ella y con E compartí largas horas de ensayo y creación. Ése es otro tema, pero crear y sufrir ante la sequía de la creación que no llega, compartir un sándwich en medio de los ensayos de fin de semana, vivir los roces, las pasiones que deseamos mostrar, las dudas y la definitiva puesta en escena une más de lo que creímos en su momento. Cuando hablo con ella hablamos en imágenes, porque nos reconocemos en ellas, hablamos con pocas palabras y muchos sentidos, hablamos la mayor parte del tiempo de danza, pero siempre siempre hablamos de nosotras. Hablar de la danza que hacemos es hablar de nosotras mismas; es enfrentarse a uno mismo. Porque bailar es ser uno mismo en todos los sentidos.
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