Una de las primeras frases del último libro de José Luis Sampedro,
La ciencia y la vida, dice: "... para dialogar es imprescindible parar, librarnos de afanes cotidianos, de la vorágine que nos aturde". Anoche oía en una entrevista a este sabio escritor. Es más bien un sabio de la vida, lo que pasa es que como pocos tiene el privilegio de necesitar escribirlo y de hacerlo bien.
Vidal (para mí, Nacho) retrata muy bien las paradas del movimiento sugerente de la vida. La fotografía puede ser detener el tiempo, eso ya lo sabemos, pero él lo detiene en movimiento; sus fotografías mantienen una estela de movimiento no sólo de lo que retrata, sino de un movimiento reflexivo.
Ambos mueven sus cosas, sus mentes, sus ojos, sus reflexiones o sus no reflexiones. Y digo mueven las "cosas", porque mueven lo cotidiano.
José Luis Sampedro está descontento con el mundo, con este mundo, con esta vida. Es un activista de la libertad, es un activista de la comprensión al otro, es un activista del movimiento de las mentes.
Nacho Vidal mueve sus pupilas, quién sabe si con una reflexión previa. Pero las mueve hacia imágenes que desde lo cotidiano le mueve algo en el coco. No sólo transmiten belleza, sino que transmiten esa libertad de elección de lo que podemos atrapar de la vida.
Ambos se mueven en códigos de libertad, porque sus mentes creen en ella y sus vidas además la retratan.
Atrapar las cosas, generar acción. Tanto uno como otro generan acción, y lo mejor de todo es que tal vez no son conscientes. La acción y el movimiento producidos desde las cabezas reflexivas, los ojos atentos, las mentes alerta... hacia lo cotidiano de la vida, las cosillas del hombre, del ser humano y la sociedad en la que se maneja.
José Luis Sampedro dice que la sociedad occidental está al borde de un infarto. Un infarto producido por un egocentrismo terrible. El infarto es la mayor expresión del frenazo temporal y de acción. Es un bloqueo, es un fin de movimiento y de vida. Estoy de acuerdo... Sin embargo, quienes reflexionan y hablan sobre esa sociedad, o la retratan, a ella y a sus individuos, están tendiendo unas venas hacia ese corazón, para que no deje de palpitar, porque no habrá infarto social si miramos al otro, si sacamos la vista de nosotros mismos. Dos miradas rebeldes que enfocan, retratan y critican desde la inteligencia y la alegría.
Porque eso también es importante: enfocar la vida, aunque sea para criticar o reflexionar, con alegría.
Y es que a mí no sólo me interesa el movimiento de mi cuerpo o del resto. Necesito mover todo lo demás; sin mover la mente no movemos ni nuestro cuerpo, ni nuestro espacio, ni nuestro tiempo como es debido. Y para mí el movimiento está profundamente ligado a las imágenes, y lo que éstas te transmitan, y a las reflexiones, y, por supuesto, a la escritura.