Del 7 al 15 de agosto tuvo lugar de nuevo este acontecimiento urbano.
La Asociación Cultural Nuevas Tendencias junto con Lo Máximo organizaron como cada año una muestra del panorama callejero internacional de circo, teatro, música y, por primera vez, danza.
La popular zona de Lavapiés y La Latina vistió sus calles de algo más que cañas, minis, vinitos y tapas. Quien lo vive y lo frecuenta sabe de su tan nombrada multiculturalidad, su mezcla de ambientes y gentes. Pero este barrio madrileño es mucho más que todo eso. Es un perfecto enclave en el que se concentran la tradición, el Madrid más costumbrista, la modernidad y, sobre todo, la iniciativa de nuevas tendencias culturales. Esta muestra es un buen reflejo de ello. Como ellos mismos dicen, impasibles al desaliento, a base de positivismo y buen humor, consiguen, a pesar de las trabas del Ayuntamiento y con ninguna ayuda más que la de la energía, el entusiasmo y el bolsillo de los bares de la zona y de ellos mismos, que la cultura callejera tome entidad. Ellos hacen de Madrid un lugar abierto al ciudadano, el cual participa de los espectáculos, la música, el baile y la bebida de las barras. Las emblemáticas calles son arte y diversión, una diversión que transmiten ellos los primeros, los organizadores. Las sonrisas y predisposición a todo, de nombres como Elena o Malena, dedicación y entrega para que todo salga bien y como los artistas desean, etc. son la primera puerta que quien en esta muestra participa ve abierta y tras la cual sólo hay confianza, ganas y generosidad.
Números de teatro-circo de Francia (Scénes de Meninges) o del mismo Madrid, la Niña Terremoto, pasando por los grandes La Mano Jueves, que hicieron del mundo laboral un mundo de personajes tiernos y realmente divertidos (Jose-profesor de tenis me subió al escenario y entre vergüenzas y carcajadas me encandiló), o el Payaso Incandescente nos hicieron reír sentados sobre los adoquines de representativas calles como Olivar o Lavapiés, del 7 al 10 de agosto.
A partir del sábado 11 nos trasladamos a la plaza de los Carros. La música de la Cornelius Big Band, las acrobacias estéticas de Chimichurri o la salada Circonchita son sólo una muestra. Venían de Málaga, Italia, Extremadura o Argentina. Venían para seguir engalanando las calles de arte y gracia. Y por primera vez, y esperemos que este nuevo plato en el menú de “A pie de calle” se repita todos los años, hubo danza contemporánea (Fugapiés -nosotros-). Quienes participamos en este número no sólo vivimos este festival mientras duraba la actuación. El festival se saboreaba desde el momento en que se ponen en contacto contigo, y después allí cuando te consultan sobre la instalación de los medios escénicos. Están a tu disposición, a disposición de tu arte.
Te das a un público diverso, un público joven, pero también mayor, también un público al que le llegan los números a su lugar de reposo, porque siempre se sienta en esa plaza a beber vino desde hace años, un público más entrenado en las artes del consumismo o un público extranjero, o aquel que baja a hacer recados y se encuentra contigo. Todo esto consigue “A pie de calle”. Consigue meterse en las callejuelas y los edificios más antiguos, en las plazas de mayor solera y acercar a la gente a la verdadera diversión. La diversión de descubrir lo nuevo e inesperado en tu querido barrio.
Quienes lo vivimos desde un lado u otro de la escena sentimos la indignación de que este proyecto no tenga el apoyo merecido, pero, al mismo tiempo, la alegría de que se sostenga, y de esta manera tan digna y hermosa, gracias a la colaboración y participación de tanta gente que cree en el arte, pero que ante todo cree en el barrio.Y, sí, allí estuvimos y bailamos y quedó bonito y gustó y lo disfrutamos...