lunes, 5 de mayo de 2008

Las manos


Tengo las manos muy pequeñas. Seguramente no podría haber tocado el piano. Sin embargo se puede bailar aunque se tengan las manos pequeñas. Pero el trabajo es doble. Acercarse a como tienen que ser las manos en danza contemporánea es todo un mundo, en mi caso, por el tamaño, tal vez un medio mundo o un megamundo. Pero eso no me hace desistir; sigo buscando el camino de mis manos, o ellas lo están buscando.

La danza clásica deja claro cómo debe ser la posición de sus manos: entreabiertas, con los dedos como si fueran a asir algo pero suaves y con una leve curva que venga de la muñeca.

En los inicios del contemporáneo estas formas se mantuvieron y vemos manos excesivamente líricas, como con aleteos suaves tipo de lago de los cisnes.

Luego la danza contemporánea en todas sus fases ha ido interpretando las manos. Martha Graham incluso las contraía al igual que contraía todo el cuerpo, pero no sólo las contrajo generando una especie de cuencos en ellas, sino que también daba la posibilidad de abrir las palmas hacia el exterior como muestra de energía con los dedos levemente abiertos.
Sí, las manos son la punta y el origen de la energía. La ofrecemos por medio de los dedos que son prolongación de las palmas y éstas a su vez de los brazos.

En ocasiones se interpretan las manos contemporáneas como algo que ha de ser lineal y rígido, aunque todo depende mucho de qué corriente estemos hablando (Limón, Release, Cunningham, etc.). Sí, la línea es fundamental, pero porque en general para la danza las líneas son fundamentales. Pero esa línea se puede conseguir sin encorsetar las manos. Por aquí empiezan los problemas: debemos aparentar suavidad, mostrar que en nuestras manos hay aire, que nuestras manos amasan un aire denso, amasan lo que las rodea, pero con suavidad no con rigidez (vemos por ejemplo la foto de Doris Humphrey).
Asimismo, las manos son prolongación de los brazos, lo que significa que no sólo no podemos cortar la energía en la muñeca, sino que el movimiento no puede generarse a partir de ellas, ni siquiera de los brazos, sino de más atrás, de los omóplatos. Una fuerza que venga de algo más profundo y que no resulte forzado.
Pienso en manos que me llegan, que tienen esa fluidez, esa suavidad y al mismo tiempo esa vida, esa energía en los dedos. Normalmente las manos que se me vienen a la cabeza veo que forman un todo con los brazos, es decir que sus brazos también transmiten; su todo desde la espalda hasta los dedos. Pienso en las manos-brazos de Michelle Man, de Teresa Nieto, de Ángela Rodríguez (éstas muy reinterpretadas, pero personales y bellas).
Y si hablamos de brazos, como sabéis, no puedo evitar de nuevo nombrar los de Pina Bausch.
Vuelvo a poner el vídeo de Cafe Müller. Si vemos esas imágenes, sus manos en ocasiones como digo yo aletean un poco pero tienen esa fluidez y suavidad que viene de unos brazos largos y elegantes. No se quedan en el aleteo, muestran la energía que viene de más lejos y que pasa por los dedos hasta llegar a no sabemos dónde.
Michelle describe o explica a veces el movimiento de los dedos y las manos, o lo que deberían mostrar, no sólo como una parte del cuerpo que ofrece energía y que amasa aire denso, sino que incluso debe parecer, o debemos sentir, que sutilmente tocamos una tela de araña. Ahí es donde entendemos la vida que deben tener los dedos, que no pueden morir.
Si mueren nuestras manos, si las dejamos relajar en exceso o si las ponemos demasiado rígidas, muere todo el movimiento, cortamos todo el movimiento en ellas.
Algo más en que pensar para que nuestro movimiento tenga la mayor vida posible.




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