El sábado 19 de abril fue uno de esos días en los que uno se alegra de ver que algo se mueve en la ciudad fuera de los límites de las programaciones, en locales apenas conocidos. Las grandes ciudades tienen esa posibilidad, que la gente busca las alternativas para ofrecer arte incluso sin pedir nada a cambio, por el simple hecho del placer que les da compartirlo y disfrutar de ello.
Comenzamos en Clave 53, con la tarde "Gramos de ternura". Allí pudimos ver la proyección de "Cuando digo una palabra". Una pieza de Dácil González y Gustavo Martín. Una pieza estupenda para unos bailarines sin parangón. Pero estábamos deseando que comenzaran las muestras en directo. Y llegó África Clúa con "Mapa de África". Humor, sensualidad, suelo, juego. Nos dio todo lo que quería darnos, en forma de sentidos, porque hasta el gusto tuvo su lugar con nubes de azúcar que saboreamos encantados mientras veíamos cómo se pintaba los contornos de los músculos con un lápiz de labios. Buena interpretación, buen desparpajo y gran efecto. A continuación Simona Ferrar me dejó con la boca abierta con "Alicia en el país sin fronteras" y "La callas solo". Esta intérprete que junto con Valeria Alonso recibió el primer premio del Certamen Coreográfico de Madrid en 2006, aglutinó en dos piezas la esencia de las buenas interpretaciones. Crítica, ironía, contención de la expresión... Todo ello traspasaba y llegaba más allá de las pocas filas de la sala, que se le quedaba pequeña para tan grandísimo peso escénico. Fantástica en las risas, en lo ridículo, en lo tierno, en lo doloroso.
Valeria Alonso (a la que podemos ver bella y fatal en la serie de televisión Cuestión de Sexo) y Ezequiel Díaz nos metieron en su casa. "Cortar por fax" es un trabajo en proceso. Nos incluyen en los metros de su hogar y como voyeurs, como vecinos curiosos que quisiéramos estar dentro de las historias de los demás, sentimos el placer de vivirlo desde muy cerca. Valeria tiene la fuerza de los grandes actores que interpretan en todo momento, cuando el otro actor hace su parte, por ejemplo, porque no está ausente. Te la crees así en la vida cotidiana, te la crees histérica de desamor, desequilibrada por las penas e impotencias que generan las rupturas y desengaños amorosos. Te la crees sensible, dulce, rota y llena de odio. Se mueve pequeña por esa casa puesta en nuestras manos, dando portazos y gritando con acento argentino llena de pasión. Se come la escena. Una pieza dura y a la vez tan real en la que consiguen a pesar de todo transmitir lo más jodido del sufrimiento con el esbozo de la risa.
La inteligencia estaba servida por las dos piezas, la de Simona y la de Valeria. Y digo inteligencia porque no hay nada más sagaz e inteligente que llevarle a un público al terreno de la dureza humana por medio de la risa, como si de un Borges se tratara. La risa, la ironía se vuelven más duras cuando las servimos con pinceladas de humor, humor duro y real como la vida misma.
Aquella tarde en Clave 53 vimos tres piezas de arte en toda regla, dignas de ser representadas en salas con más aforo, dignas de ser apuntadas en las reseñas de la Guía del Ocio. Pero su modestia, su generosidad y el disfrute humilde tanto de los intérpretes como del público le dan mayor grandeza a estos que sí son artistas, porque no van de ello.
Foto: Simona Ferrar y Valeria Alonso en Osario, pieza ganadora del Certamen Coreográfico de Madrid, 2006.
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