jueves, 24 de noviembre de 2011

'Animal', de Daniel Abreu. Poesía animal

Poco podemos decir ya de la Compañía de Daniel Abreu que no se diga y se oiga y se lea. Daniel está en boca de todos y no por ello se ha convertido en una moda efímera en danza contemporánea. Está afianzando ese puesto merecido y luchado.

Como todo trabajo, ejercicio, arte, su obra está evolucionando. Supimos siempre de su poesía en escena, de su poética visual, su sugerencia y provocación desde y hacia el interior de cada uno. Siempre lo vimos, siempre lo disfrutamos. Con 'Animal' nos encontramos en un mundo más abstracto, en una poesía más rodeada de la belleza y la transportación a otros mundos de un Baudelaire. Las flores de Daniel no son del mal, a menos que nosotros queramos que lo sean, porque nunca sus piezas se cierran a interpretaciones y discursos fáciles. Son flores poéticas y difíciles, sí, pero hermosas, que pasionalmente nos punzan la vista y nos arrebatan la calma del asiento, mientras esbozamos una sonrisa o abrimos levemente la boca.

Quizás se guiñe a la evolución primate del hombre, a los vaivenes orgánicos de un ser en movimiento y en evolución, muy primario y rudo, pero hermoso de inocencia. Quizás se nos muestren las dualidades de géneros y caracteres, de superficialidades frente a naturalidades. Lo material y lo natural, las contradicciones del hombre... Quizás... Quizás ni esto ni lo otro.

Da igual, con Daniel todo esto da igual. Asistimos atónitos a movimientos más que animales, superdotados, con retorcidos engarces con los mismos cuerpos y con los del resto de los bailarines. Se engarzan como una joya perfecta, pero no fría, no, muy muy suave. Nos conmovemos con desnudos inevitablemente justificados, animales y sinceros, sin nada que objetar, sin nada que añadir, son cuerpos, son piel, es pelo, es aliento, es naturaleza.

La lentitud, la suavidad nuevamente y como nunca son un regalo. No cuesta en esta escena ese ascenso tan sumamente tierno por las escaleras corporales de una Anuska cada día más grande, no cuestan los balanceos perfectos, no tiemblan. Nada tiembla, nada cuesta en estos escenarios de Daniel Abreu.

Elegantes todos ellos caminan diferente. Olvidan, y lo aplaudo, la necesidad de mostrarse del bailarín, de caminar como tal, mostrar y abrir mirada y pecho. No les hace falta. Lo que importa es la verdad del espectáculo y caminan y descansan con los hombros caídos y salen de escena en silencio y mirando abajo, pero dejando la huella de la gran presencia sobre el suelo.

Me maravillan las imágenes de árboles colgando y posibles piedras en el suelo, como si estuviéramos en un mundo girado y el suelo fueran estrellas. Entra una Dácil enorme, grande, majestuosa que invade y se apropia con gran interpretación y con sus plumas de la escena. Y siempre imágenes.

Tras removernos ansiosos con escenas enérgicas, nos calman secuencias de repeticiones cíclicas: un hombre pasa continuamente a cuatro patas, primitivo, al fondo del escenario; dos hombres, de nuevo desnudos, se balancean durante varios minutos. Entro en trance, me relajan las repeticiones y me dejo llevar por sus consecuencias espirituales. Estos son los ejemplos del necesario ritmo en una pieza: lo rápido, lo lento, la dosificación de lo único dentro de períodos de insistencia en un movimiento, y un golpe de efecto, unas lentejuelas, unos gritos, unas palabras... Y todo ello con una, como siempre, música escogidísima y compañía de esta dosificación perfecta de tiempos.

Esta vez perdí el mensaje, intuyo guías de una historia inacabada, pero no me importa. La poesía no busca la comprensión. Quizás mi pega está en un final corto, un final que nos arrebató más. ¿Ya? No sé si queríamos más por disfrutar o que el final no hizo justicia al resto de la obra. Como me faltó un Daniel más desarrollado de cuyos movimientos únicos me encanta disfrutar. Pero ésta es otra pieza, es otra cosa, y me dejo llevar por la propuesta.

Esto es poesía y me da igual, es poesía animal y yo quisiera ser un felino más y acurrucarme entre esos versos del movimiento.

Gracias, de nuevo, Daniel por crear así.

Animal (Cia Daniel Abreu) from l-anou on Vimeo.

Texto: Nerea Aguilar

2 comentarios:

luis martinez dijo...

Que bueno, Nerea, verte de nuevo por aquí y además hacerlo con la entrada de "Animal". Nuevamente ante ti fascinado.
Considero la obra como un paréntesis dentro de un proceso creativo, que se nos ofrece como público, para ayudarnos en el camino de lo no medible desde la materialidad del escenario. Comienza cuando se abre paréntesis y finaliza cuando se cierra paréntesis. Su argumento es el propio proceso creativo. Vamos a cuidad de ellos para que sigan ahí, pues en la creación somos muy frágiles.
Gracias por llenar ese hueco que se había quedado vacio, y ademas, haciéndolo con la cara renovada. Eso es buena señal. Enhorabuena.

conluismartinez

nas dijo...

Qué bueno, Luis, te esperaba porque sé que siempre estás atento...
Gracias porque también estos huecos creativos que hace tiempo me cuesta llenar se ven recompensados con tus comentarios.
Y me gusta lo que dices del propio proceso creativo como argumento. Normalmente me pongo en esos mundos cuando veo una pieza, pero ando desentrenada a falta de espectáculos, y me alegra que me transportes a esos lugares no medibles, frágiles y filosóficos.
Sí, sigamos apoyando a gente como Daniel, a quienes siguen creando a pesar de todo. No sólo lo merecen, sino que lo necesitamos.
Gracias, sigo aquí y qué bien que me acompañes.
Besos, Nerea