domingo, 17 de junio de 2007

Siempre en mente







El otro día con unas simples contracciones de torso en clase, volví a recordar a Christine Tanguay. Volví a recordar el Graham. No quiero hablar mucho de esta técnica porque es lo más manido de la danza contemporánea. Pero me acordé de las contracciones, las espirales y las diagonales.
Más tarde, el sábado volvió a salir el tema de las terapias, de algunas técnicas que buscan sacarte tus traumas quieras o no... Y es que para mí las contracciones de Graham son un ejemplo de lo que un movimiento o una técnica puede conseguir sin pasar por una introspección forzada del interior de cada uno. Es un movimiento, una actitud que de hecho nació con esa idea de expresar algo que está muy escondido en nosotros y que posiblemente sea negativo. Sin embargo, a pesar de ser negativo, de generar una sensación dramática, nos hace crecer. Parte de su gracia está en que parece que encogemos el estómago o las costillas o el pecho y, al contrario, estamos creciendo. Como si nos cayera agua fría, o, como decía Christine, un hielo, desde el cuello y dejáramos que resbalara poco a poco por el torso hasta la pelvis, nos vamos estremeciendo. Algo nos estremece, y soltamos el aire, abriendo huecos en nuestro cuerpo, que nos permiten también abrir los huecos de nuestra mente y crecer.
Aprender a hacer unas buenas contracciones de Graham, al igual que una buena espiral o una buena diagonal cuesta mucho, mucho tiempo y experimentación, pero sobre todo cuesta sentirlas. Se trata de eso, de sentirlas, de que tu cuerpo las interiorice, pero más importante es que las sienta tu mente, porque son expresión de mucho más, de algo mucho más fuerte que como todos sabemos creó Martha Graham.
El cuerpo, como seguimos comprobando, puede ser el terapeuta de nuestra mente.

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